Salí hacia afuera esperando que el día esclareciera, pero no, solamente desperté para ver las últimas motas de luz en el cielo... Suspiré. No tengo privilegios, pero si tengo obligaciones morales con la reina, ya que era una prima lejana y la prueba genética que se practicó no dijo lo contrario por lo que tenía un deber para con las hermanas Dragomir, y con mi desconocido verdadero padre. Tampoco me acostumbraba a que la mayoría de mis compañeros fueran hijos de mujeres dhampir solteras, como yo, pero yo aún no me acostumbraba del todo a ser una dhampir, y noté que aquí, no tienen mucho respeto.
Seguí al guardián Edison Castille (Eddie) hacia la pista de vuelo de otro jet privado, por lo que entendí me llevarían a Beaumont, y de ahí tomariamos un avión más grande para llegar a Missoula, de Missoula a Spokane y de ahí a Portland y de ahí me llevarían a algún lugar en auto.
Todos los veranos los había pasado viajando, tomaba parte en las partidas de caza de strigoi -guardianes se reunían cuando los morois estaban en la corte, seguros de todo peligro, y partían en busca de clanes y organizaciones Strigois como medida preventiva- y nunca me vi en mayor peligro del que pasé cuando murieron mis padres, y estaba muy contenta de ayudar, pero tampoco tenía la suerte de haber matado a uno, y dudaba si quería hacerlo. Rose me había contado en una que era muy difícil el primer asesinato de strigoi, por lo que no me deseaba ese mal, y me contó que su amigo, Mason Ashford, con el que ella había estado saliendo se enojó por alguna razón y para demostrar su hombría, salió hacia Spokane junto con Mia Rinaldi (una Moroi que domina el elemento agua) y Eddie Castille -difícil de imaginar para mi, porque era el guardián más serio que hubiese visto jamás de su edad- a buscar y matar strigois, Rose sintiéndose culpable, le pidió a Christian Ozera (sobrino de Tasha Ozera) que le ayudara a salir del conjunto vacacional de ski para ir a buscarles y traerles sanos y salvos. Cuando los encontraron todo iba bien, pero irónicamente terminaron en el nido de strigois, donde los tuvieron durante varios días sin alimento ni sangre (a los moroi) intentando convencer a Christian de convertirse en uno de ellos (los padres de éste se habían convertido por decisión propia), cosa que él rechazó. Luego improvisaron un escape y todo iba saliendo bien, pero se complicó y Rose estaba dispuesta a ser la carnada para que todos escaparan pero Mason intentó protegerla y lo mataron como a una mosca en el intento, y ella en estado de shock mató a los dos strigois presentes (con algo de ayuda de Mia, cuando Rose estuvo a punto de ser asesinada) y luego de darles muerte, siguió descuartizando los cuerpos hasta tal punto que tuvo problemas para notar que los guardianes estaban ahí para llevarlos salvos a casa, ella siguió en shock hasta que Dimitri logró sacarla de ahí...
Bien, eso no sonaba muy heroico. En pocos años había oído historias mejores y no tan desgarradoras, pero por algo Rose Hathaway y su madre Janine, eran las más famosas guardianas.
Sydney, la mujer joven y rubia iba con nosotros junto con el guardián que me había ido a buscar fuera de mi habitación, Eddie, también iban Rose y su inseparable compañero, Dimitri. No entendía por qué íbamos tantos... y le pregunté a Rose, ella se limitó a decirme que Lissa había pedido que fuera bien protegida por dos guardianes y que necesitábamos de un alquimista y alguien que lo protegiera. hemos ahí cinco, sólo para llevarme a conocer la otra opción...
-parece extremista -dije pensando en voz alta.
-pero no será extremista si nos topamos con un grupo de strigois -dijo Rose con tono neutral
-tu ganas -dije aburrida...
Pese a que me hubiese acostumbrado a viajar durante los cinco años anteriores, nada se comparaba a todo el tedio de tanto recorrido... La corte está en Louisiana. por lo que era mucho viaje para llegar a las montañas de Oregon. Llegamos casi de noche al hotel de Portland. y al día siguiente (noche para mi) salimos temprano, y después de cinco o seis horas en el coche llegamos a un claro en el bosque cercano a una montaña, al norte del Gran Cañon.
El coche se detuvo. "¿eso era todo? ¿ahí termina el viaje?" pensé frustrada, porque no pasaba nada y nadie decía nada. Pero obvio, todos sabían a qué veníamos excepto yo.
-¿Qué esperamos? -pregunté con cierto nerviosismo en la voz
-Tenemos que esperar a que ellos vengan -contestó Sydney secamente. Por más que intentara charlar con ella, nunca podría llevarme bien con ella; era obvio que a la única que no detestaba era a Rose.
-ellos? - estaba atónita
-si, los vigilantes.
La sola mención de los vigilantes había sido espeluznante puesto que no tenía ninguna idea de qué esperarme, podrían ser unos canívales, unos brutos, practicamente cualquier cosa. Tenía miedo y curiosidad a la vez, no podía creer que me llevaran hasta las montañas de Oregon solo para conocer a unas personas ridiculas que tenían nombre de película de súperheroes, y está mal que lo diga porque mi mundo dió un gran giro con la muerte de mis padres... algo que había sido inesperado, pero bueno, así me tocaba vivir. Había aprendido a no despreciar las cosas inesperadas, por las grandes sorpresas (ventaja) que pudieran ofrecer, pero me era difícil con algo que a mera mención sonaba ridículo. Así es como pienso yo, Raisa Krieger, ahora una chica de (casi) dieciséis años que tenía dos obligaciones; encontrar a mi padre y proteger a las Dragomirs.
Respecto a encontrar al -señor desconocido- Dragomir, no estaba demasiado segura. Las investigaciones de Abe Mazur no daban muchas pistas, y en estos años había aprendido que si él no lograba nada, nadie más lo conseguiría. No es que me agradara la idea de conocer la otra opción, pero no dije nada por pura curiosidad, según había escuchado había un grupo de "desertores" que vivían alejados de toda sociedad -humana y moroi- algo inusual en este mundo, donde todos vivían bajo las reglas de la reina (viviese en los Estados Unidos, Rumania o cualquier parte del mundo) aplicaban a prácticamente a todos, excepto a los desertores y - obviamente- strigois - a quienes se ajusticiaba dándoles la muerte-. Cuando escuché el nombre, quise partirme de risa ahí mismo, pero todos estaban tensos... ¿por qué no podían tomar las cosas con más calma? me encogí de hombros aguantando la risa, cosa que conseguía mordiéndome el dedo pulgar, realmente me estaba costando no romper el silencio con una carcajada.
Mis cavilaciones colapsaron en mi mente de repente. Todo había cambiado. Alguien había tocado con tres golpes débiles una de las ventanas delanteras del auto. Yo me sobresalté pero no dije ni hice nada, y ninguno de mis acompañantes tampoco. Sydney dijo ásperamente.
-salgamos del auto.
esas palabras se desvanecieron con el frío de la oscuridad que reinaba. Y la risa había ido a esconderse para darle paso al miedo, en ese momento un ligero escalofrío recorrió mi columna y una voz nerviosa en mi cabeza dijo: "Qué es lo que puede pasar?"
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